En el maquillaje, el polvo es uno de los elementos clave. Ayuda a controlar el brillo y minimizar la grasa producida específicamente en la zona T del rostro.
Pero, una de las dudas recurrentes es en qué se diferencia un polvo suelto a uno compacto.
Primero debemos tomar en cuenta que, ambos son polvos, solo que uno tiene un proceso de prensado que le proporciona una consistencia diferente. Ahora, sabiendo esto podemos hablar de lo que ofrece cada versión en su resultado final:
Polvo suelto:
Los polvos sueltos ofrecen mayor cobertura, esto se debe a que sus partículas son mucho más pequeñas y al aplicarlo en el rostro el resultado es un acabado más impecable. Se suele aplicar con brochas grandes y suaves, aunque también se ha visto con esponjas aplicadoras de maquillaje.
Su efecto es leve y más natural de lo que ofrece en polvo compacto.
El polvo translúcido permite además sellar el maquillaje que previamente se aplicó con una base. Además, los polvos sueltos son ideales para pieles grasas o mixtas (de normales a grasas) debido a que su textura anula el brillo de las mismas.
Polvo compacto:
Por su lado, el polvo compacto es aquel que viene prensado en un estuche y puede ser aplicado con o sin fondo de base de maquillaje, ya que su textura gruesa hace que a piel se vea pareja y aterciopelada.
Se aplica preferiblemente con esponja.
Es recomendable que no utilices polvo compacto sobre tu base (esto puede lucir muy recargado para un maquillaje de diario). Pero dependerá del acabado que desees lograr. Lo que sí se recomienda es no aplicar demasiado producto, pues puede acentuar líneas de expresión.
Su presentación viene en un estuche resistente y con una esponja o mota (perfecto para llevarlo en el bolso). Esto es un plus sobre la versión suelta.
Una recomendación es: utilizar polvo suelto para alguna salida especial o para sellar un buen maquillaje. Y el polvo compacto (que nos puede acompañar en el bolso), para retocar maquillaje a mitad del día o para reducir las zonas grasosas de nuestra cara.
